Cuando emprendas el regreso a Itaca,
ruega que el camino sea largo,
lleno de aventuras, de conocimiento.
A los Lestrigones y los Cíclopes,
al irritado Poseidón, no les temas;
no hallarás tales cosas en tu camino
si tu pensamiento es elevado, si una sublime
emoción embarga tu espíritu y tu cuerpo.
A los Lestrigones y los Cíclopes,
al feroz Poseidón, no los encontrarás
si no los llevas en tu alma,
si tu alma no los pone ante ti.
Ruega que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que lleno de placer y alegría
entres a puertos vistos por primera vez;detente en los mercados fenicios
y adquiere hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano,
y toda clase de perfumes voluptuosos,
todos los perfumes voluptuosos que puedas;
para aprender más y más de los sabios.
Ten siempre en tu mente a Itaca.
Tu meta es llegar allí.
Pero no apresures de ninguna manera el viaje.
Mejor que dure muchos años,
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que Itaca te dé riquezas.
Itaca te dio el hermoso viaje.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Pero ya no tiene nada para darte.
Y si la encuentras pobre, Itaca no te ha engañado.
Tan sabio como has llegado a ser, con tanta experiencia,
ya habrás comprendido qué significan las Itacas.
(Traducción de Miguel Castillo)
A mediados del mes de septiembre, comenzamos el curso leyendo este conocidísimo poema del escritor alejandrino Konstantinos Kavafis. Algunos de vosotros, adormecidos por el madrugón o nerviosos por tratarse del primer día de clase, no entendisteis muy bien su significado. Os dije que no importaba, que lo entenderíais mejor al finalizar nuestro viaje en el mes de junio. Seguro que ahora sí comprendéis el sentido de los versos de este poeta griego: la vida como proceso de aprendizaje a pesar de las dificultades y obstáculos. La gente con que nos encontramos, los momentos que disfrutamos, las experiencias vividas... siempre valen la pena y nos enriquecen. En el viaje de la vida lo importante no es el destino sino el viaje en sí mismo.
Espero que el viaje que emprendimos al comenzar el curso os haya enriquecido y os ayude en vuestra vida.
Pero el viaje no ha terminado; yo solo os he acompañado en alguna de las jornadas de vuestro viaje. Seguid viajando, sin miedo, con vuestra Ítaca en mente.
Siempre me ha gustado mucho este poema de Kavafis. Te dejo otro camino, otro viaje, en este caso por ciudades y sueños. Un beso y roguemos que nuestros caminos sean largos y se sigan cruzando.
ResponderEliminarEl Gran Kan ha soñado una ciudad. La describe a Marco Polo:
—El puerto está expuesto al septentrión, en la sombra. Los muelles son altos sobre el agua negra que golpea contra los cimientos; escaleras de piedra bajan resbalosas de algas. Barcas embadurnadas de alquitrán esperan en el fondeadero a los viajeros que se demoran en el muelle diciendo adiós a las familias. Las despedidas se desenvuelven en silencio pero con lágrimas. Hace frío; todos llevan chales en la cabeza. Una llamada del barquero pone fin a la demora; el viajero se acurruca en la proa, se aleja mirando hacia el grupo de los que quedan; de la orilla ya no se distinguen los contornos; hay neblina; la barca aborda una nave anclada; por la escalerilla sube una figura achicada; desaparece; se siente alzar la cadena oxidada que raspa contra el escobén. Los que se quedan se asoman a las escarpas del muelle para seguir con los ojos al barco hasta que dobla el cabo; agitan por última vez un trapo blanco.
—Vete de viaje, explora todas las costas y busca esa ciudad —dice el Kan a Marco—. Después vuelve a decirme si mi sueño responde a la verdad.
—Perdóname, señor: no hay duda de que tarde o temprano me embarcaré en aquel muelle —dice Marco—, pero no volveré para contártelo. La ciudad existe y tiene un simple secreto: conoce sólo partidas y no retornos.
Italo Calvino, Las ciudades invisibles.